El lugar
estaba repleto de plantas, de pájaros, y de ríos.
Pero un
día, pasó algo inesperado. Todos los dragones de rayo se pusieron a gritar. Un
dragoncito llamado Pedro se animó a ver que les pasaba a los dragones de rayo. Como
él tenía un libro sobre el lenguaje de los dragones de rayo y los dragones de fuego
entendió que, una manada de dragones de fuego venía.
Pedro no
sabía por qué los dragones de fuego venían.
Pero
bueno, Pedro fue a avisarle a su manada, para que no se alertaran hasta que un,
dos, tres, cuatro dragones de fuego se acercaron.
Pedro mostró otra vez su valentía y les pidió
a todos los dragones que eran sus amigos que hicieran una gran barrera, que
casi tapaba toda la montaña. El lugarcito que quedaba era el lugar de Pedro.
Los
dragones más grandes también se pusieron en fila y protegieron su hogar como
parte de su familia. Cuando Pedro tiro su luz todos los dragones chiquitos
también. Los grandes tiraron su luz y
los dragones de rayo se sumaron y mostraron su poder.
Pedro finalmente
mostró todo su poder.
Cuando los dragones de fuego se asustaron y se
fueron, la manada de Pedro armó una fiesta. Y todos fueron felices por siempre.